EL SEGUNDO SEXO EN LA BIOGRAFÍA INTELECTUAL DE SIMONE DE BEAUVOIR

Si hay una lectura emblemática en relación con la cuestión de las mujeres, esta es sin duda El segundo sexo. En 1946, cuando Simone de Beauvoir tenía 38 años y tal como nos cuenta en uno de los volúmenes de sus memorias, La fuerza de las cosas, una vez terminado su ensayo filosófico Por una moral de la ambigüedad, había decidido hablar de sí misma, escribir un relato autobiográfico. Al empezar a pensar sobre sí misma apareció ante sus ojos como un condicionante insoslayable el hecho de ser mujer y las consecuencias que esto implicaba: “Este mundo era un mundo masculino, mi infancia había sido alimentada por mitos formados por los hombres y yo no podía haber reaccionado en modo alguno de la misma manera que lo habría hecho si hubiese sido un niño. (…) Fui a la Biblioteca Nacional a hacer algunas lecturas y lo que acabé estudiando fueron los mitos de la feminidad”[1]. Subrayaba así algo que no dejará de ser subrayado cada vez en mayor medida: somos sujetos sexuados en un mundo de sujetos sexuados. Por lo tanto, hablar de sí misma, para Simone de Beauvoir pasaba por pensar sobre qué es ser mujer.

A pesar de este reconocimiento explícito de pertenecer al sexo femenino, Beauvoir siempre se movió en la ambigüedad respecto a su ser mujer, renegaba en cierta manera de la diferencia sexual e imaginaba un lugar de excepción: “Lejos de sufrir por mi feminidad, yo he acumulado, por el contrario, desde los veinte años, las ventajas de ambos sexos. (…) Esta posición privilegiada me animó a escribir El segundo sexo”.[2] Esta disociación entre una posición claramente sexuada como mujer y una posición aparentemente neutral atraviesa toda la obra de Simone de Beauvoir. Así en El segundo sexo, Beauvoir se desliza desde un comprometido “nosotras” al distanciado “la mujer” sin solución de continuidad. Esta tensión vívida y a veces dolorosa entre la profunda creencia de Beauvoir en su legitimidad para hablar desde el tradicional lugar de “el pensador” en masculino y la conciencia interminente de que las limitaciones, las dificultades, los laberintos del ser mujer que va desbrozando en su estudio son también sus limitaciones, sus dificultades, sus laberintos dan una fuerza a la obra que aflora en el texto a pesar de la propia autora.

 

EL SEGUNDO SEXO COMO OBRA FILOSÓFICA ACERCA DE LA FEMINIDAD

Es un lugar común hablar de El segundo sexo como la obra básica del feminismo occidental contemporáneo, sin embargo, más allá de este lugar paradigmático creo que El segundo sexo puede ser reivindicada también como una obra filosófica sobre la diferencia sexual en general y sobre la feminidad en particular.

Por un lado, esta obra tiene el mérito de plantear la importancia de la diferencia sexual y de la sexualidad como cuestiones filosóficas: “El existente es un cuerpo sexuado; por lo tanto, en sus relaciones con los otros existentes que también son cuerpos sexuados, la sexualidad está siempre comprometida”. [3]

Por otro lado, partiendo de esta importancia de la diferencia sexual como cuestión filosófica, tematiza toda una serie de cuestiones fundamentales, pero apenas tratadas por el pensamiento filosófico hasta el momento, como son: la subjetividad en relación a la diferencia sexual, la importancia del cuerpo y de la conciencia de ser un cuerpo sexuado, la reproducción y la maternidad, las relaciones entre hombres y mujeres, la diferencia sexual en relación con el orden social, la necesidad cultural de controlar la diferencia sexual a través de sus mitos, etc… Temas todos ellos, muy afines al psicoanálisis como se puede apreciar.

Por último, Simone de Beauvoir, recorre todos estos temas desde una profusión de discursos y no desde un discurso único: desde la filosofía existencialista, desde los discursos científicos, desde el psicoanálisis (una visión personal y cuestionable del psicoanálisis, sin duda, sobre todo por su limitación), desde el materialismo histórico, desde los relatos históricos, desde el acervo mitológico, desde el análisis literario, desde los testimonios de experiencia vivida de otras mujeres y desde su propia experiencia. Al hacerlo así, acaba fragmentando cualquier estereotipo que se quiera proponer como esencia de la feminidad. Cuestiona, en definitiva, cualquier aspiración de universalidad y neutralidad que pretenda oscurecer el lugar del discurso, el lugar desde el que se habla de la feminidad.

 

TRES NIVELES DE LECTURA DE LA DIFERENCIA SEXUAL

Al reflexionar sobre la diferencia sexual desde tan distintas perspectivas se hace necesario establecer tres niveles del discurso diferentes para poder ordenar la lectura de El segundo sexo y así poder aprehender la cuestión es toda su complejidad.

1.- En primer lugar, el nivel ontológico- estructural, es el nivel en el que también se sitúa el psicoanálisis lacaniano y desde el que Simone de Beauvoir hace su tesis fundamental. Atañe a la marca que la diferencia sexual inscribe en cada ser hablante y que cada ser hablante asume a través de la sexuación. Nada más llegar al mundo, a cada cuerpo le es asignado un significante que define su sexo, normalmente coincidente con el sexo biológico, pero que lo trasciende como bien se observa en los casos de indefinición sexual o hermafroditismo. Esta marca ha de ser asumida por el sujeto y establece a partir de esta asunción una relación básica diferencial consigo mismo y con el mundo. En este nivel Simone de Beauvoir afirma: “Aquí no se trata de enunciar verdades eternas, sino de describir el fondo común sobre el cual se yergue toda existencia singular”.[4]

Abundaré más adelante en este nivel, ya que es en el que pretendo instalar mi relectura.

2.- En segundo lugar, el nivel socio-histórico. Está constituido por las producciones sociales y culturales, en forma de acervo mitológico disponible, que definen qué es lo masculino y qué es lo femenino aceptable en una determinada cultura y en un determinado momento histórico. En este sentido, son contingentes. Tienen un carácter más o menos normativo según el tipo de sociedad. Es el nivel en el que se habla de “género” en el sentido que introdujo en su momento Judith Butler[5] en cuanto a “posibilidades culturales y sociales que se ofrecen al cuerpo sexuado”. Son las condiciones y las oportunidades en las que el ser marcado por la diferencia sexual encuentra el modo de llegar a ser un hombre o una mujer singular.

Una gran parte de El segundo sexo se centra en analizar aspectos de este nivel del discurso: desde la parte dedicada a la historia y a los mitos hasta la parte dedicada a la experiencia vivida.

3.- Por último, el nivel subjetivo-vivencial. Nos dice Simone de Beauvoir: “¿Qué es ser mujer [o ser hombre, podríamos ampliar, en este caso]? Un ser vivo no es más que lo que hace, la esencia no precede a la existencia, en su pura subjetividad el ser humano no es nada”. [6] Estamos en el nivel de la vida singular de cada hombre y de cada mujer, cada paso que da en el camino de apropiarse de las implicaciones de la diferencia sexual en los otros dos niveles descritos en los distintos avatares de su vida. Es el ámbito del devenir, de la permanente posibilidad del llegar a ser, de la opción personal (aunque sea una opción caracterizada por el descentramiento del sujeto, consecuencia de la realidad del inconsciente y de lo real del goce) más allá de la marca que se imprime a nivel ontológico-estructural y de la compulsión social de los estereotipos históricos y míticos sobre lo que es ser mujer o ser hombre. Este nivel sólo puede ser captado en los relatos parciales que los sujetos hacen de su vida en la literatura, en el cine, en la clínica o en la intimidad de las relaciones personales. Simone de Beauvoir recorre este nivel a partir de todas estas fuentes.

 

LA TESIS ONTOLÓGICO- ESTRUCTURAL FUNDAMENTAL EN EL SEGUNDO SEXO

La tesis fundamental de El segundo sexo se sitúa en el nivel ontológico-estructural: “Él es el Sujeto, él es lo Absoluto; ella es lo Otro”.[7] Esta afirmación ontológica define la específica manera en que nuestra cultura intenta tratar la diferencia sexual.

Tres elementos caracterizan la maniobra por la que apuesta esta tesis:

1.- En primer lugar, el binarismo clásico de la metafísica, la escisión radical entre dos polos: el Sujeto, lo Absoluto, por un lado, que se propone como la garantía de un orden y, por otro lado, lo Otro, que recoge todo aquello que queda exiliado de ese orden. A lo largo de la obra se añadirán otras dos polarizaciones importantes: trascendencia/inmanencia y libertad/ alienación.

2.- En segundo lugar, la adjudicación de lugares sexuados a cada uno de los dos polos escindidos. Al lugar masculino corresponden los aspectos idealizados (el Sujeto, lo Absoluto, la trascendencia, la libertad) y al lugar femenino quedan relegados todos los aspectos rechazados por ese tipo de idealización (lo Otro, la inmanencia, la alienación).

3.- Y, por último, la utilización de distintos modos de defenderse de ese continente oscuro de lo exiliado del orden, de lo rechazado por cierto ideal, de lo extraterritorial, de “lo Otro”. El rechazo, la forclusión, la negación, la denigración, etc… De hecho, el propio mecanismo de llamar femenino a este continente es ya un modo de intentar defenderse de él.

Es necesario recordar una cita de Jean Paul Sartre con la que Beauvoir encabeza el segundo volumen de El segundo sexo (“Semivíctimas, semicómplices, como todo el mundo”[8]), para trascender el sesgo que, por momentos, llevará a Simone de Beauvoir a convertirse años después en ídolo del feminismo de la igualdad: la suposición de que este modo de lidiar con la diferencia sexual que corresponde al denominado orden patriarcal, no es una estructura derivada del orden fálico del lenguaje, y por ello, sostenida y padecida tanto por hombres como por mujeres, sino que es un orden injustamente impuesto por la fuerza desde los hombres hacia las mujeres.

 

EL CUERPO FEMENINO: EL OTRO DEL OTRO

Releyendo El segundo sexo llama la atención desde el primer capítulo que hablar de la feminidad implica no poder olvidarse de la importancia del cuerpo. Las limitaciones fisiológicas que se imponen y todo lo que implica para la mujer la reproducción (menstruación, sexualidad, contracepción, gestación, parto, cuidado de la infancia) pasan a ser cuestiones tan fundamentales como reiteradamente obliteradas por todo discurso que adquiere un estatuto como tal.

Simone de Beauvoir no ceja ni un ápice durante toda la obra en subrayar este extremo: “Estos aspectos biológicos son de extrema importancia: desempeñan en la historia de la mujer un papel de primer plano, y son un elemento esencial de su situación”[9]. Beauvoir rechaza explícitamente que esta “subordinación” extra de la mujer a su cuerpo (constatada, por otro lado, ampliamente en las analizantes femeninas- síntomas de conversión, trastornos de la alimentación, la preocupación por la belleza del cuerpo, las dificultades en relación con la sexualidad y la maternidad, con el cuidado de los hijos) constituya “un destino inamovible”[10] y denuncia que en última instancia esto no explica que la mujer sea el Otro. Sin embargo, se podría decir que implícitamente para Beauvoir es el cuerpo de la mujer lo que la dificulta que se trascienda como sujeto, es este cuerpo de la mujer el que la obstaculiza aventurarse tan libremente como el hombre por los caminos de la subjetividad libre y trascendente. Siguiendo la lógica de su afirmación ontológica fundamental: “Él es el Sujeto, él es el Absoluto; ella es lo Otro”, Beauvoir parece afirmar en sus obra: “La mujer es un Sujeto, su cuerpo es el que es lo Otro”. Simone de Beauvoir separa así a la mujer de su cuerpo para poder reivindicarla como sujeto. El peso que el cuerpo tiene para las mujeres es lo que, según nuestra autora, debería contravenirse a través de la existencia, de la historia, del devenir para que las mujeres pudieran realizarse como sujetos y ahí la historia política de occidente la ha seguido a pies juntillas.

En este deslizamiento de la mujer al cuerpo femenino como lo Otro, Beauvoir abre cuestiones sobre lo real del cuerpo de las mujeres que quizá no han sido tan pensadas por el psicoanálisis hasta el momento a pesar de que algunas de ellas fueron apuntadas por Lacan en Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina: el ciclo de la menstruación[11], la oscuridad del órgano vaginal[12], la complejidad de la sexualidad femenina, la necesidad de intervenir sobre el cuerpo en relación a la contracepción, el embarazo, el parto, la eventual posibilidad de abortar, etc…

Tímidamente apuntados por Freud (el cuerpo de la mujer como continente, eso sí, oscuro) y por Lacan (el cuerpo de la mujer como vaina[13]) se abre una pregunta acerca de los consecuencias psíquicas del real del cuerpo de las mujeres ubicado en la vagina, en el útero, en sus ciclos y avatares.

Sabemos que la lógica del lenguaje se ordena exclusivamente por la primacía del falo, pero, ¿qué ocurre desde lo real del cuerpo con la vagina, esa “vaina” dispuesta acoger el pene, y con el útero, ese “continente” gestador de un nuevo cuerpo humano? La vagina apunta desde lo real a lo impensable del goce sexual en la relación sexual; el útero apunta a lo impensable de la procreación.

Simone de Beauvoir nos deja sin proponérselo una subversión de su propia tesis y nos invita a pensar a partir del segundo sexo en el sexo 0, el 0 antes del 1, el agujero de lo real representado por un 0, por la oscuridad de esos agujeros-continentes reales del cuerpo de la mujer tan vinculados a las cuestiones esenciales de la existencia. ¿Qué hacer con ello?

Esperanza Molleda. Miembro ELP y AMP. Madrid.

(1) Beauvoir, Simone de; La fuerza de las cosas, Barcelona, Edhasa, 1987, p.103.

[2] Íbidem, p. 199-200.

[3] Beauvoir, Simone de; El segundo sexo I: Los hechos y los mitos, Buenos Aires, Siglo Veinte, 1965, p.69.

[4] Beauvoir, Simone de; El segundo sexo II: La experiencia vivida, Buenos Aires, Siglo Veinte, 1965, p.11.

[5] Butler, Judith; “Sex and gender in Simone de Beauvoir’s Second Sex” en Yale French Studies nº 72, Yale University Press, 1986.

[6] Beauvoir, Simone de; El segundo sexo I: Los hechos y los mitos, Buenos Aires, Siglo Veinte, 1965, p.12.

[7] Ibidem, p. 12.

[8] Beauvoir, Simone de; El segundo sexo II: La experiencia vivida, Buenos Aires, Siglo Veinte, 1965, p.7.

[9] Beauvoir, Simone de; El segundo sexo I: Los hechos y los mitos, Buenos Aires, Siglo Veinte, 1965, p.56.

[10] Ibid., p. 57.

[11] Lacan, J; Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina, en Escritos 2, México, Siglo XXI editores, 2003, p. 705.

[12] Ibid., p.706

[13] Ibid., p.712