Eje Temático: Locuras femeninas

Locuras femeninas

Por Félix Rueda.

A nivel de la especie humana, la especie que habla, no hay un equivalente de lo que llamamos instinto en el mundo animal, no hay un programa inscrito en la naturaleza que diga al ser humano como acceder a su pareja. Al no poderse escribir la relación sexual lo que hallamos es un discurso sexualizado, siendo los encuentros entre hombres y mujeres sintomáticos. La clínica psicoanalítica se hace cargo de dichos síntomas, es decir, de los modos de suplencia de la ausencia de programación sexual, de la relación sexual que no hay.

Freud consideraba que sólo hay libido masculina. Esto, junto con su pregunta ¿qué quiere la mujer?, dejaba todo un campo, que Lacan consideró “nada deleznable” ignorado [1]. Campo del goce femenino que Freud dejó expresamente de lado y que Lacan abordó a través de la lógica, situándolo como un goce suplementario respecto de la regulación fálica, que esta dimensión de la libido masculina, no logra capturar. Ya que la mujer no está fuera de la función fálica, pero no está toda en ella.

Encontramos en la mujer esta duplicidad de los dos goces: el fálico y el femenino. De un lado en el modo de relacionarse con el semblante fálico, serlo o tenerlo. O haciendo semblante del objeto a del fantasma de un hombre, ofreciéndose como causa, pero asegurándose de quedar no-toda como objeto [2]. Del lado femenino Lacan ubicará el no-todo, este goce del cual el sujeto femenino puede no saber nada, salvo “que lo siente” [3]. Este goce, habitando el cuerpo, con sus efectos de infinitización, de ilimitado, que son formas de decir su misterio, es por donde lo femenino y la locura se tocan. Ya que la modalidad de relación con su partenaire, con S(A/), es erotomaníaca, vinculada a su palabra y su amor [4].

Por eso Lacan en Televisión puede al mismo tiempo afirmar que todas las mujeres son locas, y jugar con el equívoco, pas de tout, es decir, que para nada son locas del todo:

“Así el universal de lo que ellas desean es locura: todas las mujeres están locas, como se dice. Es incluso por eso por lo que no son todas, es decir no locas-del-todo/no para-nada-locas (pas folles-du tout), acomodaticias más bien, hasta el punto de que no hay límites a las concesiones que cada una puede hacer para un hombre: de su cuerpo, de su alma, de sus bienes” [5].

El modo de gozar de la mujer exige que su pareja le hable y le ame, ya que para ella el amor está tejido de goce y es preciso que la pareja sea A/, que le falte alguna cosa y que esa falta le haga hablar. Esta demanda de amor en su carácter potencialmente infinito retorna al parlêtre femenino bajo la forma el estrago6. Es decir, bajo las concesiones sin límite “que cada una puede hacer para un hombre: de su cuerpo, de su alma, de sus bienes”. Recordemos lo que Lacan formula sobre el amor: “Cuando se mira de cerca, se pueden ver sus estragos” [7].

Así, si la mujer se ve transportada fuera de la medida fálica encontraría en el cuerpo un apoyo imaginario precario, en lo simbólico ninguna especificidad de La mujer, quedando un resto no simbolizado que retornaría en forma de angustia [8] y entonces puede surgir algo que no llega al límite, una “exigencia de infinitud” [9], articulado al capricho (una voluntad sin ley) [10], la desesperación, el extravío, los celos, el estrago, el amor loco, el arrebato, el éxtasis… y en ocasiones la destrucción de lo más querido que es una de las consecuencias de la forma erotomaníaca [11] (recordemos a Medea y a Madeleine, la mujer de Gide).

Encontramos esta interrogación de Lacan sobre la posición erotomaníaca de la mujer a lo largo de su enseñanza. Así en “Ideas directrices” Lacan se interroga sobre la relación a la que la mujer se consagra tras el velo (fálico) donde solicita su adoración. Lo que allí se oculta para la mujer detrás del velo “es un amante castrado o un hombre muerto (o incluso los dos en uno)” [12].

Esta relación al amante castrado o al hombre muerto, volverá en su seminario “De un Otro al otro”. Lacan lo llama allí el erotismo de la mujer aplicado a un cuerpo muerto. Y dice: «¿Recordaré en el horizonte la figura de Juana la Loca y los quince días de acarreo del cadáver de Felipe el Hermoso?» [13]. Más adelante en su seminario “El Sinthome” Lacan volverá sobre el erotismo femenino, que encuentra para su sorpresa en la película japonesa El imperio de los sentidos de Nagasi Oshima. Erotismo femenino llevado a su extremo, “y ese extremo es el fantasma, ni más ni menos, de matar a un hombre” [14].

Lacan ya desde la tesis sobre Aimée quiere encontrar la llave de la pasión femenina, avanzando en la zona en la que ellas quieren golpear al hombre y a su objeto de loco enamoramiento [15]. Su investigación atraviesa toda su enseñanza en una serie de nombres propios de mujer. Desde Aimée, a Madelaine la mujer de Gide, Antígona, Sygne de la Coûfontane, Medea, Justine, Clotilde la mujer pobre, Santa Teresa… Siendo cada uno de estos nombres una solución singular al problema del goce femenino, de cómo se lo soporta o a lo que conduce. Ya que “ninguna aguanta ser no-toda” [16]. Lo cual contradice toda idealización y todas las delicias supuestas que dicho goce ilimitado conllevaría y de cuyo sufrimiento dan cuenta, a cielo abierto, aquellas psicosis que no disponen del amarre de la castración, en las cuales el empuje al goce pasa “todo” por fuera de la regulación fálica (véase Aimée o Lol V. Stein) y que intentan hacer existir la relación sexual, que no hay, por la vía erotomaníaca.

 

  1. Lacan, J. Aun. Paidós 1981. pág. 98.
  2. Rubistein, A. No-todo.
  3. Lacan, J. Aun. Paidós 1981. pág. 90.
  4. Miller, J-A. El hueso de un análisis. Ed. Tres haches 1998, pág. 77.
  5. Lacan, J. Otros Escritos. Paidos. 2012. pág. 566.
  6. Miller, J-A. El hueso de un análisis. Tres haches. 1998. pág. 81.
  7. Lacan, J. Aun. Paidós 1981. pág. 12.
  8. Lutterbach, A. L. La erótica y lo femenino. Gramma 2012. pág. 26.
  9. Lacan, J. Aun. Paidós 1981. pág. 18.
  10. Miller, J-A. «Teoría del capricho». Cap. VIII. En Los usos del lapso. Paidos 2004.
  11. Laurent, E. Posiciones femeninas del ser. Tres haches 1999. pág. 94.
  12. Lacan, J. Escritos, pág. 712.
  13. Lacan, J. De Otro al otro. Paidós 2006. pág 351.
  14. Lacan, J. El sinthome. Paidos 2006. pág 124 y 125.
  15. Laurent, E. Lacan analizante. Letras 1, 2010.
  16. Lacan, J. Aun. Paidós 1981. pág 90.