Eje Temático: Los goces de las mujeres

Goce fálic, goce femenino, goce místico

Por Araceli Fuentes.

El goce fálico se define a partir de una función, la función fálica que articula el goce del cuerpo al lenguaje que determina la castración. La función fálica, llamada también función castración, implica un goce con medida. El goce fálico por estar organizado por el lenguaje deviene “fuera cuerpo”. La función fálica  designa el apresamiento del cuerpo y del sujeto por el lenguaje, por lo tanto el goce fálico tiene la misma estructura discreta y discontinua que el significante. Lacan lo ha llamado también goce del Uno lo que significa que a partir del lenguaje no es posible escribir el dos.

El goce fálico en sí mismo no diferencia los sexos, lo que los diferencia es la  distinta manera en que los sujetos se sitúan en dicha función.

Llamamos hombres a quienes aceptan situarse por completo en el goce fálico, independientemente de su sexo anatómico o de sus genes. El goce fálico se articula a la lógica del todo y la excepción: para que haya  todo es necesario que haya una excepción. Esta lógica nos permite hablar del Hombre como un universal y este goce, por estar articulado a la castración, es un goce limitado. No hay que olvidar que en la sexualidad masculina el goce del órgano se articula a su detumescencia y que tener el órgano no libra a los hombres de la angustia de no tenerlo disponible, de no poder.

Lacan dice que el goce fálico es un goce “fuera cuerpo” incluso cuando se trata del goce del órgano masculino, no porque el órgano no esté bien sujeto al cuerpo, sino porque es un goce parásito, un goce que no entra en la homeostasis del autoerotismo infantil, un goce que no se deja educar como se deja educar la motricidad, por ejemplo, y sin embargo es un goce comandado por lo simbólico, por las palabras. En su Seminario R.S.I. Lacan lo dice de manera cruda cuando afirma que hace falta que haya palabras del Inconsciente para que eso empuje al hombre a tener una erección y a eyacular. En ese sentido, aunque el órgano pertenece al cuerpo, este goce es anómalo y no es autoerótico.

El goce fálico es  goce del Uno porque la castración la introduce el significante amo S1, el goce fálico no es sólo el goce sexual, es también el goce del poder y sostiene metonímicamente nuestra relación a la realidad, lo constatamos cuando vemos que todas las formas de éxito en la vida tienen una significación fálica.

Llamamos mujeres a quienes, independientemente de su anatomía,  se sitúan como estando no-toda en el goce fálico. Estar en tanto que no-toda en el goce fálico no significa que las mujeres no estén en el goce fálico, ellas están de pleno allí pero además tienen acceso a un goce Otro, distinto y suplementario del goce fálico. El Goce Otro no está causado por ningún objeto a. De este goce Otro que está por fuera de las palabras, ellas nada pueden decir a no ser que lo experimentan, no le sucede a todas y cuando les sucede sus manifestaciones son esporádicas. El goce Otro, goce femenino, está “fuera de discurso”.

La lógica en la que se inscribe el goce Otro es la del no-todo, del lado femenino no hay una excepción que permita formar un todo, como consecuencia de ello no se puede escribir un universal de La mujer, Lacan dirá entonces que La mujer no existe. No existe como un universal, las que sí existen son las mujeres, una por una, ellas no hacen más que existir.

La lógica del no-todo no hay que entenderla como que al todo se le quita una parte, sino a por la posibilidad de acceder a un goce heterogéneo al goce fálico, no-todo el goce es fálico para una mujer. Según Lacan, es precisamente el  goce Otro el que da toda su potencia a la lógica del no-todo, lógica femenina por excelencia, una potencia proveniente de ese goce que por estar “fuera de discurso” es lo más heterogéneo que  podemos experimentar.

Conviene diferenciar el goce del orgasmo del goce Otro: El goce del orgasmo femenino es diferente del orgasmo masculino y más que el orgasmo masculino, el femenino se sitúa como un punto de desvanecimiento del sujeto en tanto que sujeto dividido, es decir, del sujeto dividido definido por su causación por el objeto. El orgasmo es un momento de eclipse que hay que diferenciar de lo que podemos llamar una ausencia, causada por un goce cerrado sobre sí mismo, una especie de rapto porque la presencia del goce Otro excluye la del sujeto, privándolo de sus referencias subjetivas aunque sea por el tiempo de un instante.

En esta lógica, una mujer no deja de ser otra para sí misma, lo que implica cierto grado de extravío, también algo difícil de soportar, para ella misma, y a veces   para los hombres. Es en esta lógica del no-todo, dónde Lacan va a situar el origen de todo racismo anti mujer.

Llamamos místico, tal como leemos en el Seminario XX, Aún, a alguien que vislumbra un goce que está más allá del falo. El goce del éxtasis místico es tomado en este seminario como modelo del goce femenino, la diferencia con el goce  femenino, es que el goce místico se produce en la relación con Dios,  mientras que el goce femenino se produce en el encuentro con un hombre. Los místicos no están especialmente cautivados por el acto sexual, por el goce que se toma del sexo. Los místicos se definen por su aspiración de abolirse en el Otro.

Es preciso subrayar la oposición que hay entre, el goce masculino, fálico, ya sea el de un hombre o el de una mujer,  que no priva al sujeto de los asideros en los que se identifica a partir del objeto, del goce Otro, que produce una destitución por lo real que hace perder al sujeto sus asideros identificatorios, dando lugar a una angustia que llama al Otro del amor. Por el hecho de tener un goce Otro, una mujer tiene una relación al Otro diferente, leemos en Aún.

Santa Teresa de Jesús, mujer histérica y mística, conoció el éxtasis en su relación con Dios. Ella nos muestra bien, tanto la dificultad que tiene una mujer en aceptar ese goce que la sobrepasa en un rapto que no sabe bien de donde proviene ni a donde la lleva,  como el pasaje de un goce al Otro. El camino  que lleva a la santa a aceptar la heterogeneidad de los goces que la habitan, es largo y lleno de dificultades, pero una vez que lo acepta, puede decir: Ahora puedo ser extremadamente humana sin apartarme un ápice de Dios. Al aceptar su división entre estos dos goces heterogéneos, el goce femenino-la otra cara de Dios, y el goce fálico en las obras,  puede por fin hacer “del éxtasis a la acción”, un camino de ida y vuelta [1].

 

  1. Teresa de Jesús, Araceli Fuentes, Del síntoma al escabel, trabajo presentado en el Congreso de la AMP en Rio de Janeiro 2016.