“¿Y que le hace pensar qué soy un hombre? Podría ser una mujer”. Esta respuesta dada por A. Di Ciaccia a su paciente cuando dijo haberlo escogido por ser un hombre, interroga el lugar desde donde debe ser pensada la posición del analista. Si un hombre puede ser una mujer y una mujer puede ser un hombre, ni biología, ni género son suficientes para dar cuenta de ella. El pasaje a analista y por lo tanto el fin de un análisis, como dice MHBrousse [1], es correlativo con la teoría de la sexuación en psicoanálisis. Será necesario orientarnos en la manera cómo Lacan ubica la “sexuación” del lado femenino, para esclarecer lo que es el analista como producto de un análisis.

Dos pequeños ejemplos de mi práctica de control, como controladora, me revelaron el camino a seguir. En un primer caso, la practicante fue escogida por ser “una analista masculina”, situada en la transferencia como un partenaire homosexual, de igual a igual, esquivando de esta manera la posibilidad de introducir lo hetero. En el segundo caso, la cuestión surge a partir de una serie de lapsus de la practicante. Habla de una paciente mujer en términos masculinos. Para ella, su paciente, es un él.

Para ambas practicantes la cuestión planteada respecto a la feminidad está en directa relación a su dificultad para asumir una posición analítica, lo que permite agregar, que ésta posición debe considerarse en función del reconocimiento, no ya de la castración, sino de lo que en él toca a la posición femenina, lo cual debemos entender, según las palabras de J-A Miller [2], de la buena manera.

Autorizarse en la letra

La sexuación del ser hablante, a partir de la ultima enseñanza de Lacan (pensada del lado femenino), implica un más allá de la identificación, integra a la combinatoria significante un real que le es extraño al sujeto, y por tanto exige una construcción suplementaria que introduce el Uno, no en tanto unicidad del falo para los dos sexos, pues sabemos no-todo en la sexuación es fálico, sino el Uno que Lacan define como “la mismidad de la diferencia absoluta”. Mismidad que – podemos pensar- corresponde a aquello que señala Lacan en el seminario 21, “el ser sexuado solo se autoriza en sí mismo… y en algunos otros” [3].

Detengámonos aquí un momento, no sin señalar lo que para mi –como para uds.- evoca hablar de autorización, y que enseguida pondremos en serie, el principio de autorización del analista” [4].

¿Como entender esta mismidad en la que se autoriza el ser sexuado? De acuerdo a la orientación trazada por J-A Miller, ésta implica resolver el obstáculo señalado por Freud, [5]en términos de rechazo de la feminidad, que como M. Bassols [6] recuerda es una “des-autorización de la feminidad”.

Superar este obstáculo* implica el duelo por el falo que destituye al sujeto de su fantasma, para decirle sí a la feminidad y de este modo renunciar a ese rechazo que lo afecta. En esto, dice Miller, la posición analítica es la posición femenina o al menos es análoga a ella y agrega “no podemos ser analistas mientras estemos instituidos por el fantasma fálico.” La función de la excepción debe ser negada.

Es necesario ir mas allá del atravesamiento del fantasma, que resuelve la cuestión del deseo, para apuntar al goce, causa ultima de la neurosis, donde está capturada la pulsión, y poner en evidencia que no hay a nivel del significante un Otro que responda y que el objeto no es mas que semblante. Lo que interesa es la satisfacción obtenida por la pulsión en su trayecto para situar el acontecimiento del cuerpo. Un goce que corresponde al orden del traumatismo, del choque, de la contingencia entre el significante y el cuerpo, que da cuenta de lo que conocemos como goce femenino, o goce como tal, que no obedece al régimen de la castración, tiene afinidad con lo infinito, y es indecible pues ex-siste al significante.

Esta “mismidad,” implica lo Uno que repercute en el cuerpo y que no hace alianza con nada, pero produce goce. Es a partir de lo Uno, que el cuerpo aparece como lo Otro del significante, al margen de los efectos de significado y en particular fuera del sentido del ser. “El Otro no es simplemente ese lugar donde la verdad balbucea, merece representar aquello con lo que la mujer esta intrínsecamente relacionada, es radicalmente Otra” [7]. Autorizarse en si mismo, es autorizarse en ese otro goce….en esa alteridad, en el haideUno que da cuenta del silencio de la mujer. Alteridad del no-todo que escribimos como letra.

Si ponemos en serie, la autorización del ser sexuado, y la del analista, tenemos que decir que ésta es relativa a la “mismidad”, por lo tanto se tratará para cada quien de escribir esa letra, cómo ha captado en su experiencia esa no relación sexual, ese “real que no habla”, que es puro vacío pero que es posible bordear por medio de la escritura.

Sea hombre o mujer, se trata para el analista de poder escribir algo en ese lugar de lo ilimitado, a sabiendas que “el no-todo no resulta de que nada lo limite, sino que el limite se sitúa de otro modo” [8], como litoral, que con Lacan llamados sinthome.

La afinidad entre la posición del analista y la posición femenina que se vislumbra a partir de la letra, que feminiza como dice Lacan, hace surgir “la significación de un amor sin limites, por estar fuera de los limites de la ley…” [9]. Al contrario del amor narcisista que busca ser completado por la vía del objeto, lo que predomina en él es su articulación con la pulsión, que se revela en su valor de hacerse amar. Pero no se trata “de un amor nuevo, en el sentido del mismo amor con distinto objeto” [10], sino de una nueva manera de amar. Un nuevo amor.

Este amor, dirá Lacan unos años después, debe entenderse “como significación vacía” [11], un amor que está determinado por la no relación sexual, siendo esto lo que le permite aceptar que algo de ésta se pueda inscribir de manera contingente. Que haya encuentro. Es un amor sencillamente femenino.

Hacer por la vía del amor…..de la buena manera.

Frente a al ausencia de la relación sexual, como frente a la inexistencia de La mujer, tenemos como correlato haideUno, una posición de existencia que atribuimos a un analista o a una mujer, uno por uno. Ni ser, ni falta en ser, sino ex –sistencia.

Entonces ¿en qué consiste el analista confrontado al haideUno? No consiste en el deseo del analista (tal como fue propuesto por Lacan en el 67 [12]), sino a otra función” [13]. Además de saber sobre el objeto que lo causa causa y su posición de goce, implica vérselas con el resto pulsional, no reductible al vaciamiento producido a partir del objeto, para inventar qué se hace con este resto.

No se trata sólo de este imposible de escribir la “relación sexual”, del “no hay”, si no de “lo que hay”, un real. Esta función, que no es puro vacío y que se arraiga en el cuerpo, toma forma en la identificación al sinthoma, el cual dice Lacan, hay que “conocer”, saber hacer con él. Saber, sí, pero no saber en el significante, saber que no habla, pero con lo que se hace, se manipula.

Hacer por la vía del amor de la buena manera es invitar a hablar, “espera, pide un S2, sabiendo al mismo tiempo que no vendrá” [14]. Se trata de un amor vacío de significación, que mantiene un goce silencioso; hace existir una ausencia y su goce correlativo (gozoausenica), como lo demuestra la curiosa relación de la posición femenina al hacerse hablar: “no es hacerse engañar por hermosas palabras, es poder tener esa experiencia de la resonancia de la palabra” [15].

El analista por la vía del amor, posibilita el encuentro entre cuerpos supliendo por esta vía la relación que no existe, permite la mediación entre los S1 solos y posibilita que irrumpa un saber imposible y preserva el lugar del silencio en el decir. Su posición activa, apunta al sinsentido, allí donde la palabra no alcanza y hace escuchar al inconsciente lo que no quiere oír, es decir, hace sonar las palabras que son extranjeras al sujeto. “Hacer resonar otra cosa que el sentido o la resonancia es agregar el vacío” [16]*. ¿No es esto acaso, lo mas propiamente femenino? Es lo que hace el analista como partenaire-sintoma cuando pone al servicio del analizante su sinthoma, su invención.

Hacer por la vía del amor de la buena manera, es mi forma de transmitir y reconocer lo que al analista le toca de la posición femenina.

Clara María Holguín. Miembro de la NEL y AMP. Bogotá

 

[1] Brousse, M.H. Posición sexual y fin de análisis.Buenos Aires: Tres Haches, 2003, p. 65.

[2] J-A Miller, citado por Pierre-Gilles Guéguen. El redondel quemado, el dedo levantad, ellugar de ya nadie, En El orden Simbólico en el siglo XXI, 2012”. Buenos Aires Grama, p., 96.

[3] Lacan, Libro 21, Les-nos.dupes-errent. Clase de 5 de Abril de 1974. Inédito.

[4] Lacan, J. Acta de fundación.

[5] Freud, S. Análisis terminable e interminable.

[6] Bassols, M. Una mujer se autoriza en sí misma. Die Ablehnung der Weiblichkeit” para designa la roca de la castración en el límite del análisis freudiano, terminable e interminable. “Desautorización de la feminidad” fue la expresión que encontró el traductor.(Amorrortu) https://www.facebook.com/permalink.php?id=416539261769771&story_fbid=442197252537305.

[7] Lacan, J. Seminario, Libro 20 Aun, Buenos Aires, Paidós, p., 98.

* Común a ambos sexos pero que toma formas de expresión diferente según se trate de hombre o de mujer.

[8] Lacan, Seminario Libro 19, ….o peor, 19 Buenos Aires, Paidós, p., 202.

[9] Lacan, Seminario Libro 11, Los cuatro Conceptos fundamentales . Buenos Aires, Paidós, p., 284.

[10] Salman, S.

[11] Lacan, J. Seminario Libro 24, Lo no sabido que sabe de la una-equivocación se ampara en la morra. Inédito.

[12] Lacan, J. . Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el Psicoanalista de la Escuela”.En: Otros Escritos. Buenos Aires: Paidós, 1967.

[13] Miller, J-A. Ser y el Uno. Clase 11 de Mayo de 2011. Inédito.

[14] Miller, J-A. Ultímisimo Lacan, p.

[15] Laurent, E. Sutilizas de lo femenino en Lacaniana 14, Escuela De Orientación Lacaniana, 2013, p., 118, 119 (*Hablar de amor es en sí un goce ) “no es hacerse engañar por hermosas palabras, por cuentos chinos, es poder tener esa experiencia de la resonancia de la palabra. Cómo hacerse agarrar por el decir. Hacerse hablar, sí, que las palabras tengan resonancia, sí, pero que no sean atrapadas bajo la identificación del padre”.

* A modo de ejemplo. Las palabras del Otro, que señalaban el destino de un sujeto, “ella o yo”, se hicieron eco en las palabras de la analista, “ella oyó”, para resonar en su cuerpo dando vida a lo que parecía resistirse. Son ecos del decir en el cuerpo.

[16] Miller, Ultimísimo Lacan. Paidós, 2012, p., 179, 180.