El horror a la femineidad es un horror compartido por hombres y mujeres, para ambos lo femenino es difícil de aceptar.

¿A qué llamamos femineidad a partir de la enseñanza de Lacan?

El horror que la femineidad despierta, el horror a lo femenino no es simplemente un rechazo, en el sentido de un no querer saber nada de la falta, sino que este horror implica también no soportar que haya un goce más allá del goce sexual fálico y que ese goce no se pueda nombrar.

Este goce existe por fuera de las palabras, por lo tanto una mujer no podría construirse una identidad a partir de él, a diferencia del goce fálico al cual el hombre se identifica en tanto que hombre.

Algunas mujeres lo experimentan, no le sucede a todas, pero quienes han sentido esa voluptuosidad que las extravía nada pueden decir de ella. Por eso se las difama y se les tacha de locas.

Para Lacan, el goce femenino estaría en el origen del racismo anti-mujer. ¿No sería este goce, entonces, lo que también estaría en el origen de muchos de los casos de violencia contra las mujeres?

Las mujeres modernas compiten con el hombre, mano a mano, por el poder, por el saber y por el goce, ¿acaso han renunciado las mujeres de hoy a ese goce otro que hace que cada una sea otra para sí misma?

Dicho en otras palabras: ¿La participación de las mujeres actuales en la competencia fálica ha acabado con la otredad que una mujer puede encarnar?

Cierta inquietud parece estar presente hoy respecto a las mujeres modernas, esta inquietud está hecha no sólo de rivalidad fálica sino también de esa otredad que ellas representan y que lo unisex no ha podido reducir. La idea de que las mujeres tienen un goce que no cae bajo el golpe de la discontinuidad que caracteriza al goce fálico, siempre demasiado corto, y el hecho de que ese otro goce no llame a ningún objeto complementario de la falta, produce cierta inquietud, una inquietud que los productos plus de gozar unisex que nuestra civilización nos ofrece no logra eliminar.

La femineidad de la que hablamos no se confunde con la coquetería ni con el gusto por la seducción con el que una mujer trata su falta fálica. Son dos dimensiones diferentes, una mujer puede ser muy seductora con su semblante fálico y no haber experimentado el goce otro o no poderlo soportar.

Pero cuando este goce aparece en la vida de una mujer, cuando una mujer siente la tentación de ese goce que es, según Lacan, un bien en segundo grado que está más allá de todo lo que proviene del tener fálico, un goce que no está causado por ninguno de esos objetos articulados a la falta y al tener, entonces, el anonadamiento que lo caracteriza indica una estructura de acción, pues su diferencia no podría hacerse valer si no fuera por una acción de sustracción en la que se afirma una emancipación anuladora de todos los demás objetos, en el sentido libidinal del término.

La película de Kubrick, Eyes wide shut, permite ilustrar muy bien este punto: la protagonista, una joven y bella esposa burguesa casada con un doctor que atiende a la alta sociedad de Nueva York, le confiesa una noche a su marido que cree conocerla bien, que ella se ha cruzado en un restaurante con un desconocido que la miró de tal manera que en ese momento si él se lo hubiera pedido, ella lo hubiera dejado todo, a su hijita, a la que tanto quería, a él, su marido y todos sus bienes y comodidades, para seguir al desconocido.

Ni qué decir tiene que la sorpresa y el estupor del marido van creciendo a medida que ella avanza en su confesión, una confesión proveniente de la boca de su mujer, a la que él creía conocer.

Este goce que arrebata a una mujer en su encuentro con un hombre, es también el que puede experimentar una mística con Dios, es lo que nos dice Santa Teresa cuando experimenta un goce en el cuerpo que arrebata su alma pero del que nada puede decir: “¿Pensáis-dice la santa- que es poca turbación estar una persona muy en su sentido y verse arrebatar el alma (y algunos hemos leído que el cuerpo con ella), sin saber a dónde u a qué, u quién la lleva u cómo, que al principio de este momentáneo movimiento no hay tanta certidumbre de que es Dios? Y añade: “Pobre mariposa que es su juguete y no sabe nada”[1].

Araceli Fuentes.Miembro ELP y AMP:  Madrid

 

 

 

 

[1]                                Santa Teresa de Jesús, El castillo interior o las moradas, http://misticateresadejesus.blogspot.com.es/2013/03/moradas-sextas-cap-5.html