Cuando una mujer es engañada por su partenaire puede tener distintas reacciones: rabia, dolor, necesidad de venganza. Nuestra clínica nos muestra esto a diario, así como también nos lo muestran la literatura y el cine.
Recientemente fui invitada a comentar la película argentina Relatos Salvajes, dirigida por Damián Szifron. Se trata de una excelente película, acuciante, tratada con fina ironía y sentido del humor, que consta de seis relatos, que sorprenden y angustian. El primero es breve, casi un flash; los siguientes van teniendo mayor extensión y el último, que se llama Hasta que la muerte nos separe, cuenta una historia más larga, que quisiera comentar.
Los capítulos de la película constituyen una serie de venganzas que se producen en un contexto de encuentros, desencuentros y salidas violentas (pasos al acto). Hay un devenir de más a menos en las dimensiones de la venganza. Comienza con la muerte de todos los personajes en el primer relato, que transcurre en un avión, y termina, en el último, sin muertos, con reconciliación, amor y sexo, si bien esto no se nos ofrece de entrada. Es algo que los personajes tienen que conquistar muy trabajosamente.
Podemos pensar Relatos salvajes como un intento de responder a la pregunta ¿Qué hacen los sujetos frente a la injusticia? ¿Qué hacen con el dolor, con la desesperación?
Como dije antes, comentaremos el último relato, cuya protagonista es una novia que resulta muy perturbada por lo que descubre en su fiesta de boda.
En el comienzo de la fiesta intuye (o confirma) que su marido tiene una amante y que está sentada enfrente de ella. Quiere que él le diga que esa mujer es su amante, le pregunta si se acuesta con ella, e insiste hasta que él le dice que sí. Se enfada muchísimo y sufre con dolor y desesperación. En un momento “huye” a la terraza. Surge la pregunta ¿va a tirarse? Sin embargo, se encuentra con un cocinero que está fumando un cigarrillo, que le habla con dulzura y sensatez y la tranquiliza. Ella lo provoca y terminan follando. En ese momento aparece su marido, que ve la escena. Ella cambia de posición, hay un giro que da vuelta todo. ¿Qué es lo que produce ese cambio? ¿Las palabras y dulzura del cocinero (“si fuera por eso, todas las mujeres tendrían que suicidarse”)? ¿Tener sexo con él? ¿Que su marido los haya visto? Ella vuelve a ser objeto de deseo de un hombre que, aunque es humilde, sabe cosas de la vida, del amor y el deseo. La mirada del marido contribuye a fijar ese lugar: ella en brazos de otro hombre. Romina se faliciza y encuentra la fuerza que había perdido. Pasa de la posición de víctima ultrajada a la de victimaria vengadora. Amenaza a su marido, le dice que le va a hacer la vida imposible. Deja atrás a la joven herida y desesperada que era cuando subió a la terraza y vuelve a la fiesta a consumar su venganza. Siente una rabia tremenda contra la amante, es un momento de pura rivalidad. Le miente a la amante diciéndole que todo está bien y le ofrece que bailen juntas, la coge como para bailar y la hace dar vueltas hasta que en un momento la empuja contra un espejo. La amante resulta bastante herida. La fiesta, que era una gran boda judía con todos los lujos y rituales, se desmorona. Romina está en un estado de gran excitación. La suegra se pone muy mal, abraza a su hijo y le “mete mano” en el pecho, por debajo de la camisa.
Hay un hombre y tres mujeres, la esposa, la amante, la madre. Como dijimos, él quiso jugar al juego de tener dos mujeres en su fiesta de boda pero la novia-esposa no se prestó a ocupar el lugar que él quiso darle y decidió destruirlo todo.
La intervención de la madre lo empuja a encontrarse con su propio deseo y a transformarse: aparta a su madre, empujándola, y hace un paso al acto en el que come tarta y bebe con cierta fiereza. Dentro del estilo irónico y tragicómico que tiene la película, su acto de comer y beber me recordó escenas de personajes de Shakespeare, que cogen fuerza con la apropiación de comida. Parece que este acto le devolviera la orientación perdida y le permite mirar a su falicizada mujer con deseo. ¿La desea porque se ha falicizado? ¿No podía desear a la mujer herida y desesperada? Podríamos decir que frente a la madre, que lo tiene “oscuramente” cogido, él vuelve a elegir a su mujer (separándose de su madre).
Finalmente, después de poner todo y a todos patas para arriba y pasar de la ritualidad más exquisita al caos total, donde tiran todo por tierra para después recomponerlo, él busca a su mujer, se encuentran, se besan y hacen el amor sobre la tarta de bodas.
Como dije antes, se trata de una película de pasos al acto violentos, desgracias, venganzas, en la que vemos un recorrido que va de la muerte de todos en el primer capítulo hasta el último, donde los personajes padecen sentimientos muy extremos y pasan profusamente de unos a otros hasta encontrar soluciones.
Este capítulo nos muestra que puede haber salidas vitales frente a la traición y el dolor y la desesperación que produce. Después de un primer momento feliz, cuando se desencadena el drama parece que vamos a seguir amarrados a la muerte y lo que debía ser una boda principesca se va transformando en una parodia de boda que anuncia un final catastrófico, donde todo parece perdido.
Sin embargo, ellos pueden hacer algo distinto con el mal encuentro, pueden darle una vuelta a su situación y sobreponerse, encontrando una solución por el camino del deseo.
Podrían haberse enfadado para siempre, ella podría haberse deprimido y haber renunciado a su lugar, haberlo dejado abandonado o en manos de la otra mujer. No es la misma situación pero podemos pensar en Lol V. Stein, el relato de M. Duras, donde Lol, confrontada con la escena en que su prometido baila con deseo con otra mujer, se pierde a sí misma, enloquece, no puede hacer nada para recuperarse a sí misma ni al amado.
Aquí estamos en otro terreno subjetivo y, una vez desencadenado el drama, cada uno va a poder reencontrar su deseo. Ella, con la ayuda del cocinero, poca cosa física y profesionalmente, pero que, sin embargo, tiene la intervención adecuada. Él sabe ser inteligente y amoroso, le habla acogiéndola, dándole un buen lugar y eso le permite a Romina salir de la posición deprimida y emerger hacia la vida. Ella recupera su posición fálica y se hace amo de la situación. Él, que tuvo la osadía de llevar a su amante a su boda, finalmente se encuentra perdido, confundido, sin saber qué hacer. Sin embargo, la “anti-ayuda” de la madre que lo coge y le ofrece un consuelo maternal asfixiante, le ayuda a salir del impasse: mira a su mujer con deseo y, como hemos dicho, come, bebe y se abalanza sobre ella.
Frente a los primeros relatos de la película donde triunfa la pulsión de muerte, éste nos muestra cómo Romina, frente a la tentación de la melancolía, puede reengancharse al falo: primero quiere destruir a la amante y después de triunfar sobre ella, acepta la vuelta de su marido y permite que el amor y el deseo que hay entre ellos vuelvan a tomar su lugar.
Graciela Sobral. Miembro ELP y AMP. Madrid.