Muchas veces he planteado este tema desde distintos aspectos, pero me parece pertinente escribir esta nota para las Jornadas porque se trata de algo que atañe casi exclusivamente a las mujeres. Es además una oportunidad de añadir cierta novedad a la investigación.
Introducción
Hay dos cuestiones ampliamente desarrolladas en relación al tema: lo femenino y la época.
La anorexia afecta fundamentalmente a las mujeres y, en general, se desencadena en la época de la menarquía, de los primeros encuentros o desencuentros sexuales. Si para la niña o la joven abordar la sexualidad es complicado, en los casos de anorexias graves, se trata de algo más radical, ya que pone a la sexualidad fuera de juego. Si la anorexia es una enfermedad del rechazo, una de las cuestiones privilegiadas que está en el centro del rechazo es precisamente la sexualidad.
Por otro lado, vivimos en una época que se caracteriza por decir no a lo simbólico y al deseo. El objeto tecnológico se transforma en un partenaire más fácil o controlable que otro humano y los sujetos se entregan a prácticas de goce en el cuerpo sin Otro.
Sobre el trasfondo de estos dos aspectos, trabajados ya en otros artículos, quisiera introducir algunas cuestiones que conciernen al cuerpo. Éste es un aspecto central en los estudios sobre anorexia y, a su vez, en la última enseñanza de Lacan el tema del cuerpo y del goce toman un lugar destacado.
¿En qué medida estos últimos desarrollos de Lacan nos permiten avanzar a la hora de pensar la anorexia? ¿Qué relación se puede establecer entre el corpse, el cuerpo cadaverizado de la anoréxica y el cuerpo del que habla Lacan al final? ¿El anoréxico es un cuerpo hablante que no se rinde a lo simbólico?
El cuerpo
En los años 30, la primera doctrina lacaniana nos plantea la constitución imaginaria del cuerpo en relación al dispositivo del estadio del espejo, donde el infans tiene la posibilidad de identificarse a la imagen del cuerpo del otro, el semejante. Esta es una operación que pone en juego la presencia fundamental del Otro simbólico en dos niveles. El Otro aparece como espejo plano que permite, de mejor o peor manera, el reflejo para la identificación del niño y aparece, además, como S(A), como lugar destacado en los significantes del Otro. Es un lugar simbólico de deseo que sostiene al sujeto.
Alienación y separación
Más adelante, en el año 1964, en los capítulos XVI y XVII del Seminario XI, J. Lacan introduce dos conceptos fundamentales: alienación y separación, las dos operaciones de causación del sujeto. Plantea que para mostrar cómo se constituye el sujeto del inconsciente es necesario tener en cuenta, por un lado, la existencia del sujeto como un ser viviente atravesado por la pulsión, y por otro, el Otro constituido en la cadena significante.
La alienación y la separación son las dos operaciones que se ponen en juego y en ambas, de distinta manera, se trata de la división. En el primer caso, se trata de la división del sujeto, que estará siempre sometido a una pérdida (la bolsa o la vida; libertad o muerte); en cuanto a la separación, se trata de la relación con el Otro a partir de los huecos o intersticios del discurso del Otro donde muestra su falta. El sujeto puede encontrar su lugar como sujeto a partir de la interrogación sobre su lugar en el Otro (Me dices esto, pero, ¿qué (me) quieres?). El sujeto encuentra la dimensión del deseo en lo que no encaja.
Vemos que estas dos operaciones constitutivas se sostienen en la división del sujeto y en la falta del Otro. El Otro en falta permite la constitución del sujeto dividido, división que permitirá la emergencia del deseo.
Sin embargo, Lacan plantea que en algunas ocasiones, cuando el primer par de significantes del Otro se solidifica, se holofrasea, cuando no hay intervalo entre S1 y S2, obtenemos el modelo de una serie de casos que no tienen una inscripción en el discurso al estilo de la neurosis. En su lugar, muestran una dificultad en el anudamiento de lo simbólico. Los casos que nombra Lacan son la debilidad mental, la psicosis y el fenómeno psicosomático.
En este punto me pregunto, no sin audacia, si no podríamos incluir a la anorexia en este listado.
Lacan siempre pensó la anorexia en relación a una dificultad en la separación. En los años 50 la plantea como una fijación a la posición oral, una dificultad para la pérdida del objeto.
La investigación sobre este tema nos plantea numerosas preguntas. ¿cómo pensar la anorexia cuando no es un síntoma metafórico?
En este sentido, hay un trabajo de M. Bassols, titulado Cuerpo de la imagen y cuerpo hablante (texto de orientación de la AMP), que plantea un cuestión muy interesante. Hace una distinción entre la imagen del cuerpo y el cuerpo de la imagen, idea ésta que toma del poeta J. Lezama Lima. La imagen del cuerpo nos remite rápidamente al estadio del espejo pero ¿qué es el cuerpo de la imagen? Es una forma de designar el dispositivo simbólico, podríamos decir, necesario para que la imagen tome cuerpo. Se trata del anudamiento entre imagen del cuerpo (imaginario), cuerpo de la imagen (simbólico) y la experiencia pulsional de goce (real).
El estadio del espejo permite la producción de una imagen del cuerpo pero, con este nuevo nombre, con esta vuelta de tuerca que da Bassols, (cuerpo de la imagen) se plantea que para que dicha imagen se “anime” es necesario el cuerpo de la imagen, que vendría a ser la instancia o dispositivo simbólico que permite el anudamiento con el cuerpo y el real pulsional. La idea de dibujo animado, tomada del testimonio de pase de Silvia Salman, puede ayudarnos a ilustrarlo. El estadio del espejo produce un dibujo que por sí solo no está animado (identificación a la imagen del cuerpo del otro). Es necesario un singular anudamiento de lo simbólico que constituya al sujeto. Como en los dibujos animados, podemos tener los dibujos sobre la mesa, separados unos de otros, pero es necesaria una operación, una intervención que haga de ellos una construcción animada, que les haga cobrar vida. En este sentido debemos tener en cuenta que, para que se produzca el anudamiento, la imagen del cuerpo debe ser sincrónica del cuerpo de la imagen, deben ir juntas.
Es decir, necesitamos la presencia simultánea de la Gestalt que se produce por la captación imaginaria y el aspecto simbólico de la imagen, que tiene una función significante y produce resonancias semánticas en el cuerpo. Se trata del cuerpo de la imagen que en ese movimiento resulta habitado por la pulsión parcial. Esta es la constitución del sujeto.
Podemos suponer que esto no siempre ocurre así, que en determinadas circunstancias ese anudamiento no se produce o no lo hace de manera que anime y dé vida al cuerpo.
En el caso de los sujetos anoréxicos, no hay fascinación con la propia imagen, como ocurre en el estadio del espejo, sino, más bien, un rechazo. Hay algo en la relación con la imagen que retorna de una forma fallida, como un fracaso, y no deja de retornar.
Frente al dispositivo simbólico que llamamos cuerpo de la imagen, y que permite el anudamiento necesario, en la anorexia nos encontramos sólo con la imagen, con el dibujo sin vida. No hubo la posibilidad de hacer de ese cuerpo un dibujo animado.
Como venimos diciendo, Lacan llama cuerpo hablante al cuerpo que se produce en el anudamiento entre cuerpo y lengua, anudamiento que también es la pulsión. Ésta introduce la urgencia subjetiva, la urgencia de la pulsión que es, en última instancia, la experiencia de la pulsión de muerte. Frente a la eternización que produce la metonimia del lenguaje, la pulsión introduce el acto, la urgencia. En esta tesitura, Lacan planteará la anorexia como una defensa frente al encuentro con la dimensión real, con la pulsión, como intento de introducir la eternización.
¿Cómo se pone esto en juego en el caso de la anorexia? Evidentemente hablamos de la anorexia mental, no nos estamos refiriendo a los episodios o síntomas anoréxicos de tipo metafórico, de retorno de lo reprimido que aparecen en las estructuras neuróticas donde el sujeto está en condiciones de cuestionarse y pensar su síntoma. Aquí tratamos de pensar aquellos casos donde la anorexia no es efecto de verdad, no es una retroacción del significante.
En estos casos, el sujeto no puede poner en juego la imagen con los otros elementos simbólicos y ésta queda fijada, congelada, sin la fluidez de la metáfora. El dibujo no se anima y el cuerpo queda como clavado. La anoréxica rechaza la incorporación de la ley simbólica que le permitiría perder el objeto. Como veíamos en relación a la alienación y la separación, rechaza la bêance, que es la base de la estructuración significante. No quiere poner en juego ninguna división ni quiere saber nada de la pulsión.
Si bien esta caracterización de la anoréxica es la que hemos hecho siempre, lo que quisiera destacar en este artículo son los dos nuevos enfoques que nos pueden ayudar para seguir avanzando.
Nombrar cuerpo de la imagen a aquello que permite anudar del lado de lo simbólico nos puede ayudar a situar mejor lo que se articula o no en ese momento constitutivo. Porque esta es una de las cuestiones importantes del recorrido que estoy haciendo (con otros colegas): cómo pensar la constitución del sujeto anoréxico mental, si se puede decir así.
En este sentido, también me parece interesante tomar la serie holofrásica de Lacan pera pensar en la pertinencia de incluir a la anorexia en ese punto, es decir, vinculada a un Otro que no pone en juego la falta.