La Otra en el lenguaje común, designa, ante todo a la rival, a aquella que despierta celos y agresividad porque suscita el deseo de los hombres y eventualmente, podría reavivar el del marido.

En la cultura popular, la Otra mujer es la que desencadenaría la paranoia femenina: ocupando el lugar del doble imaginario, es, simultáneamente admirada y denostada, considerada potencialmente peligrosa y odiada.

La Otra mujer constituye, para el sujeto histérico, un punto pivote en el entrecruzamiento de embrollos fálicos y de cuestiones relativas al goce propiamente femenino. Esto es lo que constituye la riqueza clínica de la instancia de la Otra mujer – en tanto que encarna el enigma de la feminidad para el sujeto, abre a un más allá del Edipo así como a un más allá del falo

En la histeria, la instancia de la Otra mujer desborda en mucho el plan simplemente imaginario del doble o de la rival. La Otra mujer existe como elemento de una estructura que comprende otros tres términos: el sujeto, el padre mítico y el falo, constituyendo así, un elemento de la estructura simbólica inconsciente articulada al padre y al falo simbólico.

Por otro lado, esa Otra no es cualquier otra mujer. Se trata, precisamente, de una mujer a la que no se considera como a todas las otras. La cuestión, entonces, reside en saber, en qué momento, para una histérica, otra mujer deviene la Otra mujer. ¿Qué es lo que le otorga su carácter específico y hace surgir la función de la Otra mujer? ¿Para qué le sirve esta instancia al sujeto histérico?

No hay en el Otro del lenguaje el significante de La Mujer, nada en el simbólico puede suministrarle una identidad segura, lo que implica que el devenir femenino se caracterice por un defecto identificatorio notable, siendo este agujero, este defecto radical en el Otro lo que debe afrontarse.

Y es precisamente porque falta un universal identificatorio que la solución encontrada por una mujer al enigma de lo femenino pasa comúnmente por la fijación, el enganche a una mujer singular, o a otras.

En su clase del 18 de diciembre de 1985 [1], Jacques Alain-Miller hace un paralelismo entre la función de “Un-padre” que Lacan destaca en las psicosis, y la función de la Otra mujer en la histeria.

El surgimiento de Otra mujer singular, en una coyuntura que resuene con el inconsciente de un sujeto, puede desencadenar una neurosis histérica, producir un desfondamiento o un estado depresivo, enseña JAM.

De este modo, para que una mujer adquiera la función de la Otra mujer, es preciso que sea tocada la posición privilegiada que una mujer tiene en la vida de su partenaire.

A este título, podemos suponer que alguna otra cosa que no sea una mujer, un acontecimiento, una palabra, etc., pueda llegar a poner en movimiento esta función de la Otra mujer, hacer vacilar el equilibrio del fantasma histérico y desencadenar el ravage.

 

  1. Miller, Jacques-Alain, Extimidad. Curso de la Orientación lacaniana 1985-1986. Paidós, Buenos Aires, 2010.